miércoles, 19 de agosto de 2009

“En verano puede haber otro Tartagal”

18/08/2009
veinte mujeres wichís advierten que el desmonte provocará un alud en su pueblo, embarcación

Viajaron juntas a Buenos Aires para pedir que detengan la tala de árboles en la selva chaqueña. Temen que haya un nuevo desprendimiento de barro que arrase con sus comunidades. “Acá están los poderes que definirán nuestras vidas”, dicen.
La Boca. Las 20 mujeres wichís se hospedaron en el centro cultural Arrigo Todesca, en Pinzón y Hernandarias. Desde allí realizaron los reclamos.

“Sólo hay que hacer memoria para entender la tragedia que estamos viviendo. A principios de este año, la Corte Suprema ordenó que se detenga el desmonte en Salta, nadie respetó la orden judicial y ahora creemos que el barro que destrozó Tartagal en febrero también arrasará nuestro pueblo de Embarcación”, cuenta preocupada Kalijanteya Octorina Zamora, líder de las veinte mujeres de las comunidades wichí y guaraní que decidieron viajar a Buenos Aires a principios de agosto para advertirle a todo el país el temor que les quita el sueño desde marzo de 2006, cuando un temporal hizo añicos el puente del río Seco y las dejó aisladas por más de 15 días. Para ellas, durante el próximo verano puede ocurrir un nuevo alud de barro y lluvia en la zona de transición que separa las sierras subandinas del bosque chaqueño, es decir, en Embarcación, el pueblo de 35 mil habitantes que está al pie de uno de los últimos bosques de yungas que cubren las sierras salteñas. Ese pequeño paraje fue bautizado por sus pobladores originarios como “el portal del chaco salteño”, es decir, la entrada de acceso al famoso bosque chaqueño desde la cordillera de los Andes. En la actualidad, queda poco de aquella reserva y el tamaño de la franja de árboles que cubre la montaña es cada vez menor. La merma es fatal para sus habitantes, “porque al disminuir la selva, cada vez hay menos contenciones para el agua que baja de la montaña a partir de noviembre, cuando las lluvias mueren en nuestro pueblo después de bajar por las laderas de la selva de yungas”, explica Octorina. “Pero eso no es todo –acota el guía salteño Jorge Coutada–, porque los depredadores que transforman el bosque en madera fina de exportación construyen huellas y caminos para que las topadoras puedan entrar y llevarse los árboles muertos. El problema es que esos caminos son pendientes letales para que el agua se acumule, luego baje más rápido y adquiera la velocidad que tuvo en Tartagal”.


COORDENADAS DEL DESASTRE. Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, la subcuenca del río Seco, que forma parte de la cuenca del caudaloso río Bermejo inferior, ha incrementado notablemente su escurrimiento debido al “incremento de la cantidad e intensidad de lluvia caída en la cuenca”, además de la “desprotección de superficie ocupada con monte”. La ciudad de Embarcación está en el corazón de esa cuenca y fue uno de los principales escenarios de desplazamiento wichí. A pesar de la persecución, el hambre y la discriminación, esa ciudad sigue siendo un enclave indígena. En la actualidad hay más de 600 familias wichís y guaraníes que viven distribuidas entre la zona urbana y la selva de yungas. Sin embargo, de ese enorme bosque sólo queda el 40% de las 11 mil hectáreas que conformaron los parajes de El Carmen y San Agustín, dos zonas de monte que el milenario mapa wichí conoce como “Tchenhas”. Sin embargo, para los registros del estado, no son dueños de nada. “Todos reconocen que esos terrenos son nuestros pero, como no tenemos títulos ni amigos en el poder, tenemos que soportar que destrocen nuestra selva, que se lleven todo y que el agua que siempre nos alimentó se transforme en barro y arrase nuestras casas”, dice Octorina, mientras confiesa que no le gusta que la llamen cacique. Lo es, pero sólo prefiere que le reconozcan su liderazgo espiritual, un grado que la llevó a juntarse con las demás madres de la comunidad para denunciar lo que está pasando sobre las tierras que las vieron nacer. “Hace años que estamos reclamando, pero ahora decidimos venir todas juntas a Buenos Aires, porque acá están los poderes que definirán nuestras vidas”, dice esperanzada. Para ellas, los desplazamientos no son nuevos, porque cada año tienen que cambiar de lugar para evitar que los desbordes del Bermejo las deje sin nada. En este caso, a pesar de los esfuerzos del viaje a Buenos Aires, los poderes se mantuvieron indiferentes y sólo el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas les prestó un poco de atención. Según Greenpeace, Salta es una de las provincias con mayores niveles de deforestación, y aunque la Corte resolvió detener ese proceso, nadie hace caso. “Hemos denunciado y la única respuesta fue más tala de yungas, no entiendo qué están esperando, ¿que el barro destroce todo?”, se pregunta Octorina. Este martes, las 20 volverán a Embarcación y lo harán con las manos vacías.

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